Desde hace décadas el termino globalización se fue implantando dentro de la cultura colectiva como la tendencia ineludible que nos conduciría al futuro inevitable, uno donde la aldea global rompería las barreras materiales y de comunicación, el mundo se ponía al alcance y servicio del progreso, bautizado bajo este novedoso concepto que nos decía: lo local ya no es
suficiente.
La globalización fue tomando más auge según avanzaban la des regularizaciones de los mercados, la formación de bloques económicos, los tratados comerciales y por supuesto, los avances tecnológicos, todos estos factores combinados generaron un estallido de la actividad del comercio internacional, las barreras materiales sucumbían ante la comunicación casi sin obstáculos, la promesa de la globalización presentaba un escenario de búsqueda para los negocios, la nueva fiebre del oro consistía en buscar aquel rincón del mundo que les ayudara a aumentar su competitividad reduciendo gastos o aumentando el valor agregado, Offshoring titulaba en su tarjeta de presentación.
Sin importar lo compleja que sonara una operación (pensando en términos de logística local), si la misma generaba una ventaja competitiva, se sumaba a la tendencia globalista, empresas optaron por empaquetar sus productos en países que se localizaban cruzando el océano, previo a su envío para venta en lugares ubicados a menos de un cuarto de distancia, la globalización posibilitaba esto, por más que se escapara de la lógica simple.
A pesar de su crecimiento rampante, esta tendencia socioeconómica tuvo que sortear algunos obstáculos que la hicieron ajustar tuercas o ralentizar un poco su ritmo; los anti globalistas y las crisis financieras (en especial la de 2008), no impedían que la máquina globalizadora siguiera con el mismo motor que usó desde que nació, y así; China se convirtió en la fábrica del mundo, Hollywood era sin competencia el icono de la cultura mundial, el sabor latino y la cultura K-pop inundaron casi todas las costas musicales, incluso desde la globalización surgió la promesa de combatir y contrarrestar el cambio climático a través de la sustentabilidad y la responsabilidad social.
Pero el tiempo y su todavía más inevitable accionar le tenían una sorpresa a la globalización y es que como todo imperio que se expande hasta el límite de sus capacidades, desde sus entrañas la máquina globalizadora dio muestras de estar sin mantenimiento, fue cuando “oficialmente” Donald Trump declaró inaugurada una nueva era de atrincheramiento y proteccionismo nacional, bajo el lema de “Make America Great Again” se buscaban contrarrestar los efectos en largo del Offshoring en la economía americana y para contrarrestar la amalgama cultural global con el ”American way of life” se enarboló un patriotismo exacerbado, pero la gota, o mejor dicho las gotitas que rebalsaron el vaso, fueron aquellas que desataron una pandemia a niveles que no se veía hace más de cien años en este globo azul.
Aunque pareciera contradictorio, el COVID-19, solo vino a reafirmar lo que nos decía la globalización hace décadas: lo local ya no es suficiente, empujados por el avance y dependencia de la tecnología, la aldea global social encontró donde funcionar y resistir embates: el internet. Sin embargo, en el apartado económico, la máquina global está empezando a cambiar los modelos de pistones, uno mixto que le permita aguantar la marcha de las situaciones globales actuales que merman la competitividad: pandemias, cuidado ambiental, condiciones climatológicas, proteccionismo, etc.
Estamos ante una reestructuración de la manufactura global, una ubicada a un cuarto de distancia de donde se hacía todo o casi todo, con estos nuevos paradigmas, la nueva fiebre del oro se enfocará en encontrar todo lo que ofrecía la globalización de años atrás, lo más cerca posible.
Aunque pareciera que todo va de regreso desde donde venimos, lo cierto es que estamos más cerca de tener nuevos tratados comerciales o bloques económicos más amplios que de ver los
actuales rotos o disueltos, pues estos llevan la consigna de encontrar escollos a las barreras materiales que parecen resurgir de nuevo.
Derivado de esto, el futuro de la globalización pareciera estar en riesgo, pero más que un fin, esto tiene más similitud a una etapa de metamorfosis, una de la que puede surgir algún tipo de “Neo Globalización”, en donde unas cosas volverán a lo local delimitadas en lo material, ya sea desde la geografía hasta las barreras físicas que se construyan con base en ideologías y donde otras seguirán proliferando a escala global, sin importar el rincón del mundo físico del que emergen, pues la globalización que nació y creció en el mundo virtual, abrazó al globo y el globo la abrazó a ella.